La enfermedad, tal y como se describe en La enfermedad como camino de Thorwald Dethlefsen y Rüdiger Dahlke, es un estado, así como la salud. Por ello, parece obvio no hablar de saludes o de enfermedades, en plural, sino del estado de enfermedad o de salud, en singular.
Entendemos por enfermedad, un estado de desequilibrio, la pérdida de una armonía, que no apunta a un órgano o síntoma en específico sino a la totalidad del ser. Entendiendo el proceso de esta forma, es lógico comprender que el trastorno de un orden ocurre en el plano de la información y por lo tanto de la conciencia. Por consiguiente, el cuerpo solo ejerce como vehículo de la manifestación de los procesos y cambios que se producen en la conciencia. Se origina una presión psíquica (pensamiento, deseo, fantasía) que es reprimida y por lo tanto se somatiza en el plano material para devolvernos a nuestro estado natural de equilibrio.
Enfermedad (plano de la conciencia) / Síntoma (plano corporal)
“Cuando en el cuerpo de una persona se manifiesta un síntoma, éste (más o menos) llama la atención interrumpiendo, con frecuencia bruscamente, la continuidad de la vida diaria. Un síntoma es una señal que atrae atención, interés y energía y, por lo tanto, impide la vida normal. [...] Esta interrupción que nos parece llegar desde fuera nos produce una molestia y desde ese momento no tenemos más que un objetivo: eliminar la molestia. El ser humano no quiere ser molestado, y ello hace que empiece la lucha contra el síntoma.”
Desde el punto de vista de la medicina alopática, el síntoma es molestia y por lo tanto el objetivo principal es suprimirlo. Desde un punto de vista energético, el síntoma es un mensajero y por lo tanto es vital interpretarlo a tiempo para evitar su escalada a afecciones mayores.