Para entender la importancia que tiene la comprensión del síntoma en el proceso de enfermedad vamos a citar el ejemplo utilizado en el libro La enfermedad como camino.
“Un automóvil lleva varios indicadores luminosos que solo se encienden cuando existe una grave anomalía en el funcionamiento del vehículo. Si, durante un viaje, se enciende uno de los indicadores, ello nos contraría. Nos sentimos obligados por la señal a interrumpir el viaje. Por más que nos moleste parar, comprendemos que sería una estupidez enfadarse con la lucecita; al fin y al cabo, nos está avisando de una perturbación que nosotros no podríamos descubrir con tanta rapidez, ya que se encuentra en una zona que nos es inaccesible. Por lo tanto, nosotros interpretamos el aviso de la lucecita como recomendación de que llamemos a un mecánico que arregle lo que haya que arreglar para que la lucecita se apague y nosotros podamos seguir el viaje. Pero nos indignaríamos, y con razón, si, para conseguir este objetivo, el mecánico se limitara a quitar la lámpara. Desde luego, el indicador ya no estaría encendido -y eso es lo que nosotros queríamos-, pero el procedimiento utilizado sería muy simplista. Lo procedente es eliminar la causa de que se encienda la señal, no quitar la bombilla. Pero para ello habrá que apartar la mirada de la señal y dirigirla a zonas más profundas, a fin de averiguar qué es lo que no funciona. La señal solo quería avisarnos y hacer que nos preguntáramos qué ocurría.”
En este ejemplo, el indicador luminoso es el síntoma, que se manifiesta en nuestro cuerpo como la expresión de un proceso invisible que pretende interrumpir nuestro proceder habitual para avisarnos de una anomalía y obligarnos a hacer una indagación.
El síntoma es por lo tanto, señal y portador de información, denota un defecto y es el aviso de que algo falta. La conciencia ha reparado en que para estar sanos nos falta algo y esta carencia se manifiesta en el cuerpo como síntoma para ser accesible a nuestra comprensión.
El síntoma es nuestro aliado y nos puede ayudar a encontrar lo que falta y vencer la enfermedad. Se convierte en nuestro maestro para atender nuestro desarrollo y conocimiento y será duro si nos negamos a aprender la lección. Es importante entender que la enfermedad solo tiene una finalidad y es ayudarnos a subsanar nuestras faltas, principalmente de origen emocional.
Desde esta comprensión es que podremos transmutar, y no combatir, la enfermedad, entendiéndose como un proceso necesario para hacernos más sanos y completos.